Qué flaca memoria de nuestro pasado migrante

La derecha española ha emprendido una carrera desbocada para asumir los idearios ultras y las estrategias del peor populismo, el propio de los Le Pen, los Trump y los Bolsonaro del mundo.

Aritz Arrieta
Redactor

Opinión

Convencidos de que no ganarán unas elecciones con su recetario tradicional, incapaces de evolucionar y adaptar sus propuestas a las necesidades y expectativas de la mayoría, se deslizan a toda velocidad por la pendiente del radicalismo.

En sociedades abiertas y tolerantes como la española, tal estrategia sólo conducirá a la frustración de Feijóo y los suyos. Sin embargo, dejará importantes daños colaterales a su paso, en el enfrentamiento institucional más estéril y, sobre todo, en el deterioro de la convivencia.

España parecía vacunada ante el virus del odio xenófobo, que tan fácilmente prendió hace años en algunas sociedades vecinas, como Francia e Italia. Parecía que nuestro pasado reciente como pueblo de exilio y emigración, tras la guerra civil y las hambrunas del franquismo, nos había inmunizado frente a esa enfermedad.

Somos hijos de la emigración española y protagonistas en primera persona de la experiencia de abandonar la tierra propia, huyendo de la miseria, para buscar una vida mejor de manera decente en lugares ajenos y lejanos.

Aquellos anhelos, aquellas angustias y aquellos miedos de nuestros padres y abuelos, son exactamente los mismos que sienten y padecen los miles de hombres y mujeres que zarpan hoy en cayucos precarios desde las costas africanas, jugándose su vida y la de sus hijos.

Es mentira que exista una “invasión” de emigrantes, como dicen. De hecho, España está recibiendo este año, como los años anteriores, menos migrantes que otras zonas de tránsito en Europa, como Italia y Grecia. Son unas 9.000 las personas que han llegado a Canarias de manera precaria en lo que va de mes de octubre. Son muchas. Pero un país desarrollado, con más de 47 millones de habitantes, es capaz de gestionarlo sin dramatismos innecesarios.

Es mentira que el Gobierno de España gestione los flujos migratorios con “puertas abiertas”, con “improvisación”, con “opacidad” y con “descoordinación”. No se trata de una gestión fácil, pero el ministerio de Inclusión actúa desde la legalidad, con plena transparencia y dando cuenta de sus actuaciones al resto de las administraciones afectadas. No obstante, por desgracia, se echa de menos en general una actuación comprometida y eficaz por parte de las administraciones autonómicas del PP, competentes en el cuidado de los menores migrantes.

Es mentira que la llegada de emigrantes suponga un riesgo de “islamización de Europa” y el “borrado de la civilización occidental”. Tales exageraciones rayan en lo ridículo y solo buscan excitar miedos y recelos. Este es un país con valores mayoritariamente solidarios, tolerantes con la diversidad, abiertos a acoger con generosidad al que sufre. España ha acogido durante décadas a europeos, a latinos, a magrebíes, a subsaharianos, a asiáticos, que conviven en nuestras ciudades y barrios con muchos menos problemas que los que vemos en otras latitudes de nuestro entorno.

¡Qué flaca memoria y qué flacos valores humanitarios los de quienes ignoran la memoria de este país de emigrantes, para alentar el odio al que emigra hoy!

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1 comentario en “Qué flaca memoria de nuestro pasado migrante”

  1. Perdona los que emigraban Europa. aya tenían trabajo o había trabajo para ellos estos vienen con un mano delante y otra detrás

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